La vida siempre está dispuesta a darte lecciones, ahora me ha tocado elegir una lección que pone de manifiesto que tan difícil es aplicar los conocimientos que hasta ahora he adquirido. No me queda la menor duda de que todo tiene un tiempo perfecto, a la fecha he ayudado a muchas personas a encontrar su propósito y a elegir tomar decisiones para poder enfrentar las dificultades o circunstancias por resolver como he dado por llamarlas. He buscado en la decodificación, en la numerología, en el árbol genealógico, en el proyecto sentido, en las repeticiones familiares, en la psicología clínica, y no atino a cual de todas estas herramientas evocar el día de hoy. Empezaré por compartirles que he decidido tomar un viaje con mi familia hacia Turquía, elegimos este destino justo el verano del año pasado, junio del 2020, justo en medio de la llamada Pandemia por el COVID 19. Este viaje lo planeamos creo yo como el desfogue a nuestra frustración, ya que este mismo año a raíz de la pandemia nos fue cancelado un crucero por el Caribe. Cabe aclarar que de unos años para acá decidí hacer un viaje grande e interesante, así lo hemos descrito, por año, siento una gran necesidad por experimentar y vivir experiencias fascinantes y al límite, aunque aun no entiendo muy bien porqué
Este viaje desde el verano del 2020 tuvo muchas piedras en el camino, desde ponernos de acuerdo en la familia a dónde ir, como la fecha ideal en que deberíamos de empezar a planearlo. Finalmente tomamos la decisión de hacerlo este año 2021, a mediados del mes de abril, ya con un hijo fuera de casa y una hija a punto de graduarse, y con toda la incertidumbre de ¿qué necesitaríamos para viajar? y ¿cómo lograríamos llegar a nuestro destino final? por el tema de las fronteras cerradas debido a la pandemia. El momento de inflexión.
El primer obstáculo que se nos presentó fue tomar la decisión de viajar sin nuestro hijo, que en el momento de escribir estas líneas se encuentra en un internado para jugar futbol, que ya de por sí con reglas bastante rígidas, más el tema de las fronteras cerradas y su minoría de edad.
Finalmente nos confirma si le han dado permiso de viajar con nosotros, noticia que me regocija y anima después de un periodo de reflexión acerca de su partida.
Bueno, entonces llega el momento de comprar los boletos de avión para reunirnos con él en Portugal con esto es necesario decir que me llevó cerca de diez horas poder acomodar nuestros vuelos desde la ciudad de Chihuahua hasta Portugal para de ahí viajar todos juntos a Estambul. Hasta aquí va todo bien a medias, ya que cada día que la fecha se acerca siento más la incertidumbre de sí en realidad podremos reunirnos, las restricciones de viaje después de haber sido relajadas, se vuelven a endurecer a principios del mes de mayo.
Para junio se deja ver una luz de esperanza, en cuanto a las restricciones de viaje, pero ahora mi agenda de trabajo me pone a dudar en cómo debería de realizar este viaje. El momento de inflexión.
Puedo seguir enumerándoles una serie de eventos dentro de la familia que nos lleva a reflexionar si este viaje es lo que debemos de hacer, desde llamados a realizar trabajos por parte de mis hijos hasta cómo organizar el cuidado de nuestras mascotas en nuestra ausencia.
Justo dos días antes de iniciar nuestro viaje, se nos avisa, que no podemos entrar a Portugal y que nuestro regreso no puede ser como lo planeamos en un inicio. Hay que rehacer toda la ruta de viaje de principio a fin con el tiempo en nuestra contra, una voluntad férrea a no desistir y una fe inquebrantable de que el dinero se recuperará a nuestro favor.
Fueron 36 horas de cambios, de sube y baja de emociones, estrés, discusiones y cansancio de los que estábamos involucrados en hacer este viaje, puse a prueba mi capacidad de no salirme de mi centro, continuar trabajando en ayudar a otras personas olvidándome incluso de mis propias circunstancias por resolver, tan sólo inhalando y pidiendo al ser superior me mostrara y me dejara ver cual seria la decisión más acertada.
Con muy pocas probabilidades de éxito decidimos iniciar este viaje con la seguridad de que habría inconvenientes pero con la certeza de que podría resolverlas.
Debo de confesarles que hubo un momento en el cual si dije que ya no quería hacerlo, el miedo me cegó y llegué a querer renunciar, pero también debo confesar que imaginaba a mi hijo y me decía a mi misma que yo no podía defraudarlo.
Por un lado Dios me abría unos caminos de una forma indescriptible y por el otro ponía a prueba mi capacidad de decir, no le temo a nada, como suelo decirlo, ahora mi hija me dice, ¿qué pasa contigo?, tú eres la que siempre dice, no pasa nada.
Este viaje ha sido un punto de inflexión en mi vida, ha sido un nuevo parteaguas, un antes y un después, sé que al término de este viaje mi vida ya no será igual, debo de tomar decisiones importantes y replantearme lo que hasta el día de hoy he venido haciendo. El momento de inflexión.
Es el momento al que yo creo muchos de nosotros tememos, el darnos cuenta que nada es para siempre, que el apego es la causa del sufrimiento, que el miedo debilita, que la ansiedad puede destruir hasta el espíritu más fuerte, que llega el momento de preguntarnos si lo que hemos hecho hasta este día ha valido la pena, el hacernos la pregunta si hacer lo que hago tiene sentido, si realmente estoy viviendo o solo estoy haciendo lo mínimo esperado por los estándares sociales impuestos hasta el día de hoy.
Me ha resultado muy difícil siquiera reconocer que tengo que hacerme esta pregunta.
Me siento perdida en un vórtice de agua en donde nado contra corriente y sentir que mis fuerzas se debilitan porque no entiendo si tiene sentido intentar salir a flote o simplemente dejarme llevar por la corriente y hundirme en el mundo de lo ordinario para llegar a fingir que vivo libre y feliz.
No entiendo nada, no entiendo por qué he de vivir de una manera tan súbita el desprenderme de mis hijos, cuando mi cabeza entiende que esto es lo que debe ser pero mi corazón se rompe en mil pedazos al ver que son libres, que paradójico se escucha, nunca creí que doliera tanto haber logrado el propósito, es una mezcla tan rara entre dolor y regocijo por ver sus alas extenderse para volar.
Entonces significa que mis alas también deben de extenderse, o simplemente debo de aceptar que mi tiempo ya no es de volar y es de esperar … qué
Este punto de inflexión lo he vivido sin duda alguna en otras etapas de mi vida, pero entonces me sentía segura y fuerte, ahora no sé que ha pasado que tengo miedo, ¿qué se rompió?, ¿por qué permití dudar de lo que es mío por definición y por derecho divino?.
¿Realmente estoy haciendo lo que debo de hacer, o me estoy oponiendo a aceptar?, alguna vez tuve un maestro que me decía, la duda es lo que te mata.
Ahora, sé que esas barreras eran tan sólo el negarme a la aventura, pero los dragones no existen, más que sólo en mi cabeza. Ahora sé que valió la pena permanecer, teniendo en mi mente cuál era el objetivo.
Héroe no es aquel que no tiene miedo, sino el que aún teniéndolo, decide enfrentarlo. El momento de inflexión.