“El verdadero origen de nuestras reacciones no es lo que ocurre en el exterior, sino lo que pasa en la dinámica interna, en la conciencia.” Annie Marquier
Todos nosotros nos hemos dado cuenta en algún momento de nuestra vida, que la persona a la que elegimos como pareja, para casarnos o no, es directamente proporcional a nuestra madre o a nuestro padre, y digo directamente proporcional, porque en realidad son iguales.
Esto de ninguna manera es una casualidad, esto simplemente obedece a la Ley de Atracción, una de las leyes universales. Nosotros atraemos lo que vibramos, lo que llevamos dentro. ¿Por qué me casé con mi madre o con mi padre?
Nosotros somos el resultado de algunas cuantas o muchas experiencias dolorosas en nuestra infancia, y más aún desde nuestra propia gestación venimos cargando experiencias de nuestra madre con tintes de nuestro padre, pues son estas experiencias dolorosas, frustrantes, no agradables, experiencias heredadas de nuestros ancestros y nuestras propias experiencias cuando somos niños; ideas de abandono, de traición, de injusticia, de humillación, de rechazo, que no hemos podido superar o sanar, las que van a perfeccionar nuestras creencias y nuestra personalidad.
A través de estas creencias dolorosas o heridas, vamos intentando escondernos, y mientras mas las escondemos, más se nos presentarán personas o situaciones que nos recuerden que tenemos un asunto pendiente de solucionar.
Es como si nosotros al nacer fuéramos programados, imaginen su teléfono móvil, cómo vamos descargando aplicaciones, muchas de las aplicaciones que tenemos en nuestro móvil no las usamos todos los días, sino que sólo vamos a utilizarlas cuando son necesarias, incluso habrá veces que ni recordamos que esta aplicación ya está en nuestro teléfono, es hasta que un amigo llega y nos platica algo que nos hace recordar que esa aplicación ya la descargue, pues de igual manera sucede en la vida real; las aplicaciones son las experiencias que vivimos y que se quedan guardadas en el inconsciente esperando que llegue un amigo, familiar, pareja, a recordarnos que aún existen heridas que no hemos sanado. ¿Por qué me casé con mi madre o con mi padre?
Y ¿quién más involucrado en mis experiencias que he interpretado como dolorosas?, pues mis padres, son ellos a los que yo juzgo con más facilidad, con quienes interpreto que han sido la causa de mi sufrimiento, entonces la vida me acercará a una persona que lleve las mismas características de mis padres, las mismas actitudes, la misma manera de comportarse.
Lo importante es identificar que no son ellos la causa o la raíz de mi sufrimiento, sino todas las interpretaciones y juicios que he hecho de ellos. Mis expectativas no cumplidas, mis falsas creencias, hacen que durante muchos años yo haya creído y creado una realidad diferente que me hace víctima de la persona o de las circunstancias.
Es por eso que muy a menudo, termino eligiendo a mi pareja justo con las características de mi madre, pues de ella he tomado la mayor parte de mis creencias, de mis perspectivas, y así a través del reflejo o proyección que obtengo de ella, es como yo podré ir a buscar en mi interior en qué época de mi vida decidí dejar de estar en paz, decidí fraccionarme en muchos “yo” para poder continuar llevando a cuesta las heridas, ¿cuál es la solución?, muy sencillo, he de ver detenidamente este reflejo para observar en qué forma yo soy igual que mi madre, o soy totalmente lo opuesto, o cómo la juzgo, o cómo le permito robarme experiencias, a través de las respuestas a estas preguntas es cómo yo podré saber por qué la elegí a ella y a mi pareja, finalmente, tan sólo son personajes que vienen a mostrarme en que grado de amor a mi mismo me encuentro. ¿Por qué me casé con mi madre o con mi padre?
¿qué necesito saber de mí, a través de ti, que aún no sé?